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Ciclópeos

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Alfredo Prandi El sueño del pibe by León-O Durante un caluroso tour a la ciudad de Micenas, al sur de Grecia, frente a la antigua cúpula de piedra donde, se cree, yacieron los restos del rey Agamenón, una turista chilena preguntó a la guía quienes habían sido los responsables de la construcción de aquéllos altos muros que precedían la entrada al sepulcro, y que los historiadores habían denominado "ciclópeos". —Pues los cíclopes —contestó la griega, en un dulce español. Y, sin más, nos indicó con amabilidad que podíamos ingresar. * Alfredo Prandi es guionista, director de cine y content creator. Blog alternativo del autor:  Alfredium . 

Entrevista a AD4N, supremo e indiscutible líder de los robots

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Facundo Martín Desimone Hará cosa de 2 semanas se encontró, cerca de la capital del país en la triple frontera de Corrientes , el cuerpo sin vida del periodista Pablo “taladro” González .  Su corazón estaba atravesado por una especie de hoja metálica con incrustaciones de fibra óptica y microchips.  El hombre llevaba una venda negra sobre los ojos . Por las crispaciones de su cuerpo, se estima que debe haber padecido grandes sufrimientos físicos y mentales antes de perecer. Al revisar las pertenencias del periodista, se encontró un mapa de las instalaciones de la base mestiza, y una transcripción taquigráfica de la entrevista que se reproduce a continuación, fechada en el año 2674 . Se cree que Pablo González colaboraba activamente con La Resistencia y que habría encarado el trabajo por pedido de Alfredo Araujo, líder del movimiento . No obstante, el ataque fallido del año pasado al campamento roboteista cercano a la base madre mestiza lo desmiente. Transylvania by

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Alfredo Prandi El sueño del pibe by León-O Mi abuela Norma siempre se caracterizó por su energía desmedida. Pasaba la mayor parte del día realizando tareas del hogar y rara vez se la encontraba descansando, leyendo o simplemente tomando mate en la cocina. Al morir mi abuelo –a causa de un raro tipo de Parkinson, que primero lo inmovilizó, después lo dejó mudo y luego lo mató-, sus fuerzas se fueron apagando lentamente. Algunos años más tarde, un accidente la obligaría a operarse de la cadera y , desde ese momento, pasaría el resto de su vida en silla de ruedas. Años después de quedarse viuda, durante una charla telefónica que tuvo con mi madre, Norma confesó sentirse sola sin su querido Juan Carlos, y que sus ganas de vivir eran pocas. Pasarían veinte años hasta que la muerte llegase para rescatarla de la soledad, y no sería internada en un geriátrico ni en la fría sala de un hospital, si no en la cocina de la casa en la que vivió la mayor parte de su vida, rodeada de sus seres

Distintos tipos de cadenas

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Facundo Martín Desimone (título alternativo: “ la sombra fantasma de un antiguo canario amarillo con el mismo nombre que mi amigo Nico ”) El sueño del pibe by León-O Y es bien cierto, quieran o no los señores aburridos por tanto traje y tanta corbata ; habría que ir empezando, para variar, a contar las historias por el final. O, al menos, desde el otro lado (y aquí, que cada uno entienda lo que más le guste por esto de otro lado ).   Empezar a desembrollar este brusquísimo ovillo de lana más bien roja, o big-bang en miniatura (o en ampliación; claro, depende de en que lado del universo se esté parado), en todo caso, esta caminata cósmica y un poco cómica (en algunas partes, al menos. O quizás no, no se; no puedo acordarme, porque todavía no la escribí. Pero parece que en alguna realidad paralela, bastante difícil de definir pero que suele cruzárseme muy a menudo, atravesándome… bueno, no se la ubicación exacta, pero será, más o menos, un cuarto más abajo del centro exacto

La estatuilla danzante

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Facundo Martín Desimone En aquellos tiempos, existió una estatuilla danzante. La estatuilla no se podía regalar u abandonar así como así; cada vez que notaba alguna gota de desinterés, amenazaba con hacerse un daño terrible (como desfigurarse la cara o abandonar la danza) y uno se sentía imposible de hacerle un mal semejante . Al principio era lindo verla bailar sobre lo más alto de una planta , en uno de esos macetones grandes que ella confundía con la selva. Pero, a medida que los días se sucedían, ya no se conformaba con unos pocos minutos; había que inundarla de atención , interrumpiendo cualquier otra tarea. Incluso si, agotados por las tediosas horas de absorta contemplación , in-intencionadamente nos dormíamos, ella nos pellizcaba los párpados con sus diminutas uñas, a veces hasta un punto tal que, al despertar, pequeños hilillos de sangre se colaban en nuestro campo visual. Uno debía abandonar toda su vida como la conocía para dedicarse enteramente a la con