Escorpión dorado de la China

Facundo Martín Desimone



Nos conocíamos hace años, pero cuando el tiempo se volvió materia, recién ahí nos vimos las caras por primera vez. Los escorpiones se mueven, pero vos no. Tu quietud me llena las venas de un terror helado. Una estática que hipnotiza y hace perder los estribos; una de las tantas torturas de tu tierra, seguro, indómita y salvaje en el arte de la tortura.

Tus pinzas, agujas de oro envenenadas, capaces de tejer la desgracia en la vida de un dios, están cerradas. Vaya seguridad; son casi imperceptibles, nanolitros, pero están ahí. La textura rasposa del líquido cuando se seca. Oro rojo.

Debo decirte, aunque no me enorgullece, que puedo ver tus órganos, por una suerte de juego de espejos, y porque ciertas partes de tu espalda y de tu abdomen se transparentan como un atardecer en la superficie del Nilo. Son rojos, como los ojos de…

Demon eyes

Tus ojos son un misterio. Tranquilamente podrían no existir. Diminutos, rasgados… expresan la paz que todo buda busca en el fondo de su alma, inútilmente. No se si están cerrados o me miran, calculando con frialdad.

Tus patas; sostenes varios en la alquimia de tu movimiento, arqueadas, replegadas, preparadas para el ataque (ahora te escondés. O, mejor dicho, hay objetos que te esconden, porque el mundo y su lógica insisten en que no podés moverte).

Los espejos te reproducen. Siento como me acorralan por todos lados las estatuas de tus medios o cuartos de hermanos, que son como vos, pero invertidos; están en negativo, como si provinieran de dimensiones en donde los espejos son gelatina blanda, y las cosas si pudieran salirse de ellos.

Common Yellow Scorpion (Buthus occitanus)

La física sublunar insiste en que su mecánica ha sido fuertemente anulada. Débiles conjuros que se inventa el ser humano para desterrar ese miedo irracional, que los hace revolcarse en lo más oscuro de su animalidad.

Sos un hijo directo del sol. Del sol naciente. Su sustancia, esa especie de fuego amarillo que se parece tanto al oro, es la misma con la que está hecho tu cuerpo. Un rayo de Zeus, atrapado, solidificado, destemporalizado.

Congelado.

Tu prisión de baquelita, no creo que sea más fuerte que vos. La gente cree que tu vida está suspendida, como Walt Disney. Pero no. Siento tu respiración por debajo de toda la densidad nebulosa de la baquelita. Sé que estás descansando. Esperando.


Aguijón de Escorpión Cordillerano


Es curioso; no había visto tu aguijón (lo acabo de descubrir). Filoso… agudo… repleto de sangre podrida del inframundo (me niego a pensar que lo estabas ocultando).

Me parece haberlo visto latir. Sí; la física, sí. Mi imaginación o algo así. No obstante,  me voy a quedar un rato más vigilándote. Sí, ya sé, la lógica. Sé que es estúpido, pero no puedo despegarme del cerebro la idea de que, si te saco los ojos de encima tan solo un instante, el aguijón… mi cuello…

No se cuanto tiempo podré aguantar sin distraerme.



Este relato fue publicado en el periódico entrreriano Panza verde, en 2011.

* Facundo Martín Desimone es escritor, periodista, músico (León-O), guionista (Edén Comics) y actor (Convalece).

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