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Laguna - Capítulo 10

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Alfredo Prandi Bosque (Camino hacia la ruta) Laura rebota en el asiento mientras el coche se tambalea por el camino de tierra que lleva a las afueras del pueblo. En el asiento del acompañante descansa el reloj de pared de la despensa de César. Las cinco y cuarto. Laura ve algo más adelante y frena despacio. Toma el reloj, baja del auto y se sumerge entre los árboles hasta protegerse detrás de un grueso sauce, a unos veinte metros del camino. Un minuto después, una vieja camioneta frena junto al auto. Laura contiene la respiración mientras dos hombres con trajes anticontaminación y máscaras descienden y se acercan al vehículo. Uno de ellos lleva un extraño aparato en la mano, lo pasa por los bordes del coche y mira a su compañero. Éste recorre el sector con la mirada, observa su reloj y hace señas de volver a la camioneta rápidamente. Ambos hombres se suben y arrancan bruscamente para alejarse por el camino. Laura cierra los ojos y respira, deja caer el reloj y se acom

Laguna - Capítulo 7

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Alfredo Prandi El sueño del pibe by León-O Campamento (Entrada) Laura irrumpe en la garita de entrada, apoya el cuchillo sobre el escritorio y revuelve los papeles hasta encontrar el teléfono. Sin tono, Dora decía la verdad. Recorre veloz la garita con los ojos y descuelga un camperón azul. El sucio cartel de la entrada la recibe bajo el sol del mediodía. Todavía descalza, Laura se abriga y trota por el camino de tierra que la lleva al pueblo. * Alfredo Prandi es guionista, director de cine y content creator. Blog alternativo del autor:  Alfredium .

Silencio (cover de Ana María Shuá)

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Facundo Martín Desimone El sueño del pibe by León-O —Chicas, dicen que es malísima “ Expreso al terror ”. — ¡Es Yael! Yo quería ver la otra. Los martes, aprovechando que mi mamá trabaja hasta tarde , nos juntamos con las chicas en casa a ver películas de terror . —Claro, échenme la culpa a mí; pero bien que dijiste ayer, cuando no estaba ella : “Ay, esa película ` Secreto de sangre ´que quiere ver Sol debe ser una porquería ”. Todos los martes la misma historia. —¡Callate, nena! ¡Cómo voy a hablar mal de Solcito a sus espaldas ! ¿Qué clase de amiga te pensás que soy? —¡ Amiga clase-turra ! ¡Eso sos! —¿Y vos qué, nenita descerebrada? Decir que estoy yo , que quiero ver la película antes de que llegue mi vieja y se nos arruine todo el clima . —Chicas, chicas; ¿por qué no llamamos al chico del videoclub y le preguntamos? —Y de paso pedile unos pochoclos. — De los dulces . Cuestión que al chico del video que siempre nos recomendaba películas lo habían hechado

Rastas

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Alfredo Prandi El departamento de Maribel se encontraba en el barrio de Palermo. Un dos ambientes aromatizado con sahumerios y decorado con manualidades de toda forma y color. Maribel era una aficionada a la fotografía y con un manejo sorprendente del italiano, características que la volvían en extremo atractiva. Yo andaba falto de afecto y había decidido quedarme a dormir, a sabiendas de que no era la mejor opción, dado que el encanto que tenía aquélla relación furtiva era justamente la brevedad de nuestros encuentros. Pero me quedé, y a ella no pareció molestarle compartir su cama esa noche. Luego del sexo, dimos vueltas sobre el colchón evadiendo cualquier acto de cariño que pudiera nublar aquél pequeño mundo que habíamos construído al costado de nuestras vidas. A mitad de la noche logré dormirme, mucho después que ella, y soñé. En mi sueño me levantaba de la cama de Maribel y caminaba hacia el pequeño comedor de su departamento, donde una figura alta y oscura, con la c

Herramientas

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Alfredo Prandi El sueño del pibe by León-O Mi abuela Norma siempre se caracterizó por su energía desmedida. Pasaba la mayor parte del día realizando tareas del hogar y rara vez se la encontraba descansando, leyendo o simplemente tomando mate en la cocina. Al morir mi abuelo –a causa de un raro tipo de Parkinson, que primero lo inmovilizó, después lo dejó mudo y luego lo mató-, sus fuerzas se fueron apagando lentamente. Algunos años más tarde, un accidente la obligaría a operarse de la cadera y , desde ese momento, pasaría el resto de su vida en silla de ruedas. Años después de quedarse viuda, durante una charla telefónica que tuvo con mi madre, Norma confesó sentirse sola sin su querido Juan Carlos, y que sus ganas de vivir eran pocas. Pasarían veinte años hasta que la muerte llegase para rescatarla de la soledad, y no sería internada en un geriátrico ni en la fría sala de un hospital, si no en la cocina de la casa en la que vivió la mayor parte de su vida, rodeada de sus seres