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La redención va por dentro

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Facundo M. Desimone El sueño del pibe by León-O Aclimato tu arrebato con humor existencial. Fiebre de gacela que domina la parcela . Alguacil adiamantado que se pierde en las nebulosas del agua oxigenada y la pasta de almendras. Cacofonías, verbigracias, patatín, patatán , cerrame la 15 , tachame la doble, cargale la cuenta a los de arriba . Los platos rotos los paga Magoya , y las aceitunas, tu mamá. Los patos emponderados brillan por su ausencia. El sol, ese buen amigo de todos, destierra las tinieblas orquestadas por la derecha. Algunos vidrios irán quedando, algunos diástoles irán tirando . Y en el corazón de la noche sin estrellas , más vale que recordemos el mandato de las entrañas . Se extienden las velas por desfalco en la ciudad. El cielo nos escupe con soberbia sus granadas de aguamarina. Cariátides maoríes roban los picos de los flamencos , alfajores prendidos fuego bajo el álamo de la venganza . La redención nos hará libres , sí señor, pero antes nos

Laguna - Capítulo 8

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Alfredo Prandi Campamento (Proveeduría y Bosque detrás)   Gastón traspasó la entrada del comedor y se acercó a las mesas donde hacía solo unas horas descansaba su hermana. Miró a su alrededor. Silencio. Bordeó la barra y recorrió el pasillo, abrió la puerta del baño y luego la despensa. La puerta del fondo estaba entreabierta, la cruzó y se adentró en el bosque, primero a paso precavido, luego al trote. Los altos sauces devoraban los débiles rayos del sol. Gastón buscaba desesperado la silueta de Laura. Avanzó y avanzó, buscando entre los mismos árboles que años atrás habían sido testigos del secuestro de su hermana.  Las imágenes de aquel terrible momento se confundían con el presente. Las manos de aquellos hombres tirando de su vestido. La voz aterrada de Laura haciendo eco en el bosque. Gastón se fue dejando llevar por la angustia y la locura hasta encontrarse en una pequeña explanada y dejarse caer de rodillas. Miró las hojas muertas del suelo con ojos grande

Laguna - Capítulo 6

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Alfredo Prandi Campamento (Parcelas del fondo) La mano de un niño inocente termina de ser cubierta por la tierra, junto con otros 19 cadáveres. Dora aparece como un relámpago por detrás del grupo de hombres. Las lágrimas todavía le sacaban brillo a sus mejillas. —¡Gastón! —logra gritar, mientras se detiene entre jadeos. Gastón la ve, suelta la pala y corre hacia Dora, los otros tres hombres dejan de palear. Más al fondo, otros dos hombres más dejaron sus tareas para escuchar a la nerviosa mujer. —Dora, ¿qué pasa? —pregunta Alejandro con preocupación. Gastón no dejaba de mirarla, sosteniéndola de los hombros, esperando que hable. —Laura… —jadea Dora— se despertó. Gastón la suelta y sale corriendo hacia el comedor. —¡Esperá, Gastón! —intenta detenerlo la mujer, sin éxito.  Alejandro suelta la pala y comienza a seguirlo, pero Dora lo detiene. —Ale… se escapó. Laura se escapó. La cara de Alejandro se transformó. Eso no era nada bueno. —¿Eh? ¿A dónde? —pre

Laguna - Capítulo 5

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Alfredo Prandi CAMPAMENTO (Proveeduría) Dora deposita suavemente un termómetro y un poco de algodón junto a los desinfectantes y levanta la bandeja. Camina por el pasillo que conecta la despensa con la cocina y cruza la doble puerta hasta el comedor de la proveeduría. Apoya un segundo la bandeja sobre la barra y se estira con dificultad, intentando alcanzar las pocas “curitas” que había esparcidas junto a la caja registradora. Logra juntarlas con la punta de los dedos y las deja caer sobre el botiquín improvisado, toma la bandeja con delicadeza y gira hacia el comedor. De pronto grita, dejando caer la bandeja al suelo. Laura está parada frente a ella con un gran cuchillo de cocina, mirándola con miedo. Mira los utensilios revueltos por el suelo y vuelve a escrutar a Dora, esta vez con desconfianza. Observa veloz a los costados, buscando una salida, mientras Dora saca impulsivamente un barbijo de su delantal de cocina y se lo lleva a la boca. Laura achica los ojos c

Laguna - Capítulo 4

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Alfredo Prandi     CAMPAMENTO (Parcelas del fondo) Brazos torcidos, camperas llenas de barro, pies sobresaliendo sin vida desde lo profundo de una montaña de cadáveres tapada con telas de carpa. Alejandro no dejaba de mirar a los costados, como si del bosque o de la laguna pudiera surgir algún dedo acusador. Por arriba del barbijo, Gastón observaba atónito. Eran alrededor de 20 cuerpos amontonados, empapados en sangre, amontonados como si fueran arena o tierra para la construcción. Hubiera querido obviar con la mirada el detalle macabro de la mano de un pequeño con los dedos duros como piedras emergiendo del pilón cadavérico. —Llegué temprano con Ramón en el coche. Los encontramos a todos con la boca y la nariz llena de sangre, esparcidos por el camino, minutos después de encontrar a tu hermana  —d ijo Alejandro, por arriba de su barbijo. —¿Todo el campamento…? —Todo. Revisamos los números de las parcelas y los corroboramos en el cuaderno de entrada. Nadie sobrevi

Laguna - Capítulo 2

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Alfredo Prandi PUEBLO (Casa de Gastón y vereda frente a la rambla) Las arrugadas manos de la mujer hacen bailar las agujas de tejer escupiendo una bufanda azul oscura sobre el jardín de la entrada de la casa. Una melodía atonal pero suave emana de su garganta acompañada por el ritmo de la mecedora donde descansa. El tarareo de la vieja encuentra a Gastón despierto en la cama, como tantas otras madrugadas insomnes, con el brazo sobre la frente, mirando el techo. La cama está atiborrada de cartas abiertas y revueltas, mezcladas entre las sábanas. Sobre la mesa de luz, la foto de una familia compuesta por una madre gigante y dos niños, un varón y una nena, subraya la soledad de la melodía que entra por la ventana. El despertador junto a la foto destruye el ambiente de un mazazo. Y otro mazazo, ésta vez de Gastón, lo revolea al piso. Resacoso, sale de la casa y se abalanza sobre el patio. Se detiene de a poco, casi bailando, prende un cigarrillo y observa las copas de los

Historia sin nombre oficial N° 19 ("Crónica")

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Facundo Martín Desimone No dudo de su capacidad; mí equipo es el mejor. De afuera, más que una mansión parece un caserón antiguo . Llega el último hombr e . Derribamos la puerta. Entramos.  No todo es lo que parece. Es como si dentro de la casa se extendiera una pequeña ciudad (sin duda, la vista es el sentido más fácil de engañar). El caserón es oscuro, húmedo, lúgubre , como cualquier caserón abandonado. Imposible calcular su extensión real. Nos dispersamos. Llegamos a una extraña cocina, tan sucia que hasta las ratas y cucarachas han abandonado. En un rincón, como empotrada a la fuerza, una bañera. Llena casi hasta rebalsar. Una canilla gotea sobre ella ( el agua parece echada a perder ). Dentro, un hombre, desnudo, inerte, de unos 40 años. Los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás, los brazos sobre los bordes de la bañera , las piernas extendidas. El agua se mete por la boca abierta. Le ensucia y le arruga el cuerpo. Uno de mis hombres lo saca de la bañera y le aplica el m

La estatuilla danzante

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Facundo Martín Desimone En aquellos tiempos, existió una estatuilla danzante. La estatuilla no se podía regalar u abandonar así como así; cada vez que notaba alguna gota de desinterés, amenazaba con hacerse un daño terrible (como desfigurarse la cara o abandonar la danza) y uno se sentía imposible de hacerle un mal semejante . Al principio era lindo verla bailar sobre lo más alto de una planta , en uno de esos macetones grandes que ella confundía con la selva. Pero, a medida que los días se sucedían, ya no se conformaba con unos pocos minutos; había que inundarla de atención , interrumpiendo cualquier otra tarea. Incluso si, agotados por las tediosas horas de absorta contemplación , in-intencionadamente nos dormíamos, ella nos pellizcaba los párpados con sus diminutas uñas, a veces hasta un punto tal que, al despertar, pequeños hilillos de sangre se colaban en nuestro campo visual. Uno debía abandonar toda su vida como la conocía para dedicarse enteramente a la con