Historia sin nombre oficial N° 19 ("Crónica")

Facundo Martín Desimone



No dudo de su capacidad; mí equipo es el mejor. De afuera, más que una mansión parece un caserón antiguo. Llega el último hombre. Derribamos la puerta. Entramos. 

No todo es lo que parece. Es como si dentro de la casa se extendiera una pequeña ciudad (sin duda, la vista es el sentido más fácil de engañar). El caserón es oscuro, húmedo, lúgubre, como cualquier caserón abandonado. Imposible calcular su extensión real. Nos dispersamos.

Llegamos a una extraña cocina, tan sucia que hasta las ratas y cucarachas han abandonado. En un rincón, como empotrada a la fuerza, una bañera. Llena casi hasta rebalsar. Una canilla gotea sobre ella (el agua parece echada a perder). Dentro, un hombre, desnudo, inerte, de unos 40 años. Los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás, los brazos sobre los bordes de la bañera, las piernas extendidas. El agua se mete por la boca abierta. Le ensucia y le arruga el cuerpo.

Uno de mis hombres lo saca de la bañera y le aplica el masaje cardíaco. El hombre escupe agua, vuelve en sí.

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—Gracias —nos dice. Nos mira desorientado. Se desmaya.
—¡Al hospital más cercano! —grito.


El hombre que lo sacó de la bañera lo carga a cuestas y se pierde en la oscuridad del pasillo. Eso reduce la cantidad de gente (de 4 a 3). Genial.

Salimos de la cocina, seguimos buscando.

En una habitación del segundo piso, un viejo que ronca se despierta alterado al abrirse la puerta de una patada.

The William Porter Reformatory

¿Quién? ¿Cuál? ¿Qué?
—Señor, estamos buscando un cadáver —le explicó, amablemente.
—Ah… bueno —se calma, parece comprender. Vuelve a recostarse—. Ojalá la encuentren —dice, triste—. Tal vez en el harinero.

Se vuelve a dormir.

—¿El harinero?
—Se refiere a un lugar del tercer piso –dice uno de los hombres que me acompañan, mirando el techo con nostalgia.

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Corremos (la intuición me dice que el tiempo no es amigo del hombre). Casi al final de la escalera que alguna vez fue blanca, volteo. Solo uno de mis acompañantes me sigue (no me atrevo a preguntar “¿qué pasó?” con el otro).

Después de mucho andar, llegamos a un cuarto diferente, con puerta de madera. Tiene que ser ése. Le pido ayuda al hombre que está a mis espaldas, pero éste no me contesta. Al mirar, advierto que estoy solo. No hay tiempo para sacar conjeturas. Toda la fuerza de mi cuerpo se reúne en el hombro. Solo necesito un golpe, certero. La puerta cede

Una fina película de polvo blanco (que parece harina) cubre la atmósfera de la habitación. El harinero. Sobre el techo se escuchan máquinas. Tal vez haya un cuarto piso en donde hacen harina.

Me acerco a la cama, en la cual descansa en paz el cadáver de una anciana. Al estar yo tan cerca, el cadáver revive por unos segundos.

—Mi marido… está por quedarse… paralítico. No soporto... verlo sufrir. Por eso yo… porque lo amo. Por favor, dígaselo —me dice, con una voz débil como de hilo. Vuelve a morir. Le cierro los ojos. Debajo de la cama encuentro un frasco de pastillas, vacío.

The William Porter Reformatory

Tengo la sensación de que hace años que busco la salida. Cada habitación, cada escalera, cada piso, cada recoveco resultan ser nuevas sorpresas. Nunca paso dos veces por el mismo lugar.

No volví a cruzarme con nadie de mí equipo, ni con algún otro ser humano (vivo, o muerto).

Blarney Castle


Relato finalista del "Primer concurso anual abierto a la comunidad", llevado a cabo por la Universidad Nacional de Moreno, y publicado en la antología "Cuentos Breves" por UNM Editora, en 2016.

Facundo Martín Desimone es escritor, periodista, músico (León-O), guionista (Edén Comics) y actor (Convalece).

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