Rastas

Alfredo Prandi



El departamento de Maribel se encontraba en el barrio de Palermo. Un dos ambientes aromatizado con sahumerios y decorado con manualidades de toda forma y color. Maribel era una aficionada a la fotografía y con un manejo sorprendente del italiano, características que la volvían en extremo atractiva. Yo andaba falto de afecto y había decidido quedarme a dormir, a sabiendas de que no era la mejor opción, dado que el encanto que tenía aquélla relación furtiva era justamente la brevedad de nuestros encuentros. Pero me quedé, y a ella no pareció molestarle compartir su cama esa noche.

Luego del sexo, dimos vueltas sobre el colchón evadiendo cualquier acto de cariño que pudiera nublar aquél pequeño mundo que habíamos construído al costado de nuestras vidas. A mitad de la noche logré dormirme, mucho después que ella, y soñé.

Bottle

En mi sueño me levantaba de la cama de Maribel y caminaba hacia el pequeño comedor de su departamento, donde una figura alta y oscura, con la cabeza llena de gruesas rastas, me recibía con amabilidad. Respondí a su saludo, pero en seguida recordé que no había nadie más en la casa esa noche, que yo me había acostado y posiblemente dormido, y que todo esto no era más que un extraño aunque vívido sueño. Esta revelación hizo que reaccionara con violencia frente a la figura y la empujara lejos de mí para volver velozmente -¿con qué intención?- a la cama de Maribel.

Toda mi vida sufrí de lo que los estudiosos denominan "Parálisis del sueño", la sensación de estar despierto cuando se está durmiendo, acompañada de la insoportable certeza de estar en un limbo de realidades, donde las imágenes que uno ve desde la cama poseen un aura de falsedad que produce temor y angustia. Así me sentía entre las sábanas de la cama de Maribel aquélla noche luego de mi encuentro con el hombre de rastas. Sentía mi cabeza apoyada sobre la almohada, incluso el calor del cuerpo de mi compañera, pero nada me aseguraba que por la puerta del comedor, a mis espaldas, mi nuevo amigo no estuviera observándome con rencor por la manera en que lo había empujado hacia los sillones.

Descending into darkness

Comencé a hacer ruidos con mi respiración, como un cerdo, para que el mismo sonido me despertase, un recurso que había aprendido con el tiempo para liberarme de ese estado sofocante. Sentí que Maribel me sacudía los hombros, intentando despertarme. Finalmente lo logró, pero grande fue mi sorpresa cuando desperté en una posición distinta a la que creía que me encontraba. En mi sueño, Maribel me giraba y comenzaba a sacudirme de frente, y podía verla con mis ojos estáticos. Pero ahora me encontraba boca abajo, de espaldas a ella, quien solo hacía suaves movimientos en mi espalda, intentando sacarme de mi trance. Por fin controlé mi cuerpo y, agitado, le pedí disculpas por haberla despertado.

—¿Qué te pasó? —preguntó con un susurro— ¿Estás bien?
—Sí. Tuve una pesadilla, a veces me pasa. Hago ruido para despertarme o que me despierten. Disculpame. Volvamos a dormir.
—¿Qué soñaste?

Su pregunta, al principio, me desconcertó. Maribel me había contado reiteradas veces acerca de su relación con el misticismo, la cual yo había tomado a chiste, dado que no creo en esas cosas.

Cuando relacioné ambos puntos, la pregunta y las aptitudes energéticas que aquélla muchacha aseguraba tener, la preocupación se hizo mayor.

Misticismi

—No tiene importancia, Maribel. Caminaba hasta el comedor y me encontraba con un hombre alto con la cabeza llena de rastas.
—¿Y qué hiciste?
—Cuando me di cuenta que era un sueño, lo empujé y volví corriendo a la cama. Eso fue todo.
Maribel me observó con preocupación unos segundos, y luego continuó con el extraño interrogatorio.
—¿Lo empujaste por miedo o por bronca?
—Maribel, fue una pesadilla.
—Contestame.
—Me dio miedo, sí. Y por eso lo empujé.

stiLL taLKinG to mYseLf

Entendí por los gestos de Maribel que la respuesta no la había conformado. Se sentó en la cama y con una voz suave y calma comenzó a darme instrucciones sobre como manejarme frente a estas circunstancias.

—Cuando ocurran este tipo de cosas, lo ideal es crear luz con tus manos. Llenar tus manos de luz e intentar envolver a la figura en esa luz, con la mente enfocada en pensamientos positivos, alegres y afectuosos. Es probable que la figura haya tomado tu actitud como una reacción provocada por el miedo, pero si vuelve a ocurrir, tenés que intentar atraerla hacia tu luz.

La escuché en silencio y sin hacer preguntas. Asentí con la cabeza y ambos nos acomodamos de nuevo entre las sábanas. Sus palabras dieron vueltas en mi mente hasta que el cielo comenzó a aclararse y me dormí de nuevo.

No volví a soñar, y al día siguiente no hablamos del tema. Ella tenía un día ajetreado y nos despedimos, con la promesa de volvernos a ver pronto.

Gitana * Zygaena occitanica

Pasaron varias semanas sin noticias de Maribel. Yo tampoco intenté contactarla y sentí como mis sentimientos hacia ella se disipaban.

Un sábado de invierno atendí el teléfono y era ella, pidiéndome que nos juntáramos a tomar un café, acepté curioso y nos encontramos en su casa. Me comentó que se mudaba, que había algo ahí que no le gustaba, una energía oscura, aparentemente ubicada en el pasillo de ese mismo piso. Cerró la puerta velozmente cuando entré al departamento, y se apuró a entrar en el ascensor cuando salíamos para el bar.

En el camino me contó de su vida y de su familia, en la que parecía existir cierta sensibilidad con las energías e incluso llegó a hablar de brujería. La escuché con fingido interés hasta que llegamos al bar, donde se explayó con anécdotas relacionadas a eventos tormentosos de su vida y ciertas relaciones amorosas que habían terminado de manera catastrófica. Luego del café, me tomó las manos y me habló con sus ojos clavados en los míos.

—Hay energías positivas y negativas, vos vivís exento de sus influencias por el simple hecho de no creer en su existencia. Tu ignorancia te protege.
—Nunca me había sentido tan cómodo en mi ignorancia.
—Si estás de acuerdo, voy a decirte quién sos.

energía

La miré extrañado y le solté las manos. Suspiré y le dije que no estaba preparado para estas cosas, y que sentía que no era el momento para sacarme de esa confortante ignorancia que ella me adjudicaba. Me excusé y me levanté de la mesa, dispuesto a irme.

Ella pareció entender la situación y aceptó mis disculpas con resignación.

Semanas más tarde, en otro encuentro casual que terminó en su cama, a días de su mudanza, Maribel me regaló un octógono de madera con símbolos japoneses y una esfera  azúl plástica en el centro.

—Espanta las malas energías —dijo.

Yo acepté agradecido el regalo y lo guardé en mi mochila. No volvimos a vernos, pero nos recordamos con afecto. Hoy, años después de aquélla breve pero intensa relación, conservo aún el regalo que Maribel me hizo, colgado de un clavo en la puerta de entrada de mi departamento de Flores.

Baba o Babo [Spectacled cayman] (Caiman crocodilus)

* Alfredo Prandi es guionista, director de cine y content creator. Blog alternativo del autor: Alfredium

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