Laguna - Capítulo 2

Alfredo Prandi


PUEBLO
(Casa de Gastón y vereda frente a la rambla)



Las arrugadas manos de la mujer hacen bailar las agujas de tejer escupiendo una bufanda azul oscura sobre el jardín de la entrada de la casa. Una melodía atonal pero suave emana de su garganta acompañada por el ritmo de la mecedora donde descansa.

El tarareo de la vieja encuentra a Gastón despierto en la cama, como tantas otras madrugadas insomnes, con el brazo sobre la frente, mirando el techo. La cama está atiborrada de cartas abiertas y revueltas, mezcladas entre las sábanas. Sobre la mesa de luz, la foto de una familia compuesta por una madre gigante y dos niños, un varón y una nena, subraya la soledad de la melodía que entra por la ventana.

El despertador junto a la foto destruye el ambiente de un mazazo. Y otro mazazo, ésta vez de Gastón, lo revolea al piso.

Resacoso, sale de la casa y se abalanza sobre el patio. Se detiene de a poco, casi bailando, prende un cigarrillo y observa las copas de los árboles. El patio está descuidado, y el otoño lo hace ver peor. A sus espaldas, Emma sigue canturreando y meciéndose rítmicamente sobre su silla.

Otoño

—¿Qué decís, vieja, llueve? —pregunta el muchacho sin mirarla.

La vieja levanta la vista, casi no lo oyó salir. Recorre el cielo con desinterés y vuelve a su tarea.

—Qué sé yo; soy astróloga, no meteoróloga.

Gastón levanta las cejas y reflexiona.

—Bueno, es casi la misma cosa, ¿no? Estamos hablando del cielo.
—¿Vos querés saber si salir con el paraguas o con el equipo de pesca, Gastón? —pregunta la vieja, ignorando su comentario—. Porque con lo segundo te puedo ser más útil.
—Hoy quisiera volver con el almuerzo y con la cena, si Dios quiere.
—Hoy podrías volver con una mujer, dejar a Dios afuera del cuarto y regalarle un nieto a tu madre ¿No te parece?

Gastón suspira, pero sonríe.

—¿Quedan mujeres todavía en éste pueblo, vieja?
—No lo sé, pero de la laguna no va salir ninguna, Gastón.
—¿Una sirena, quizás? —la desafía Gastón, acercándose a lo que quedaba de vereda.

La vieja Emma suspira y niega con la cabeza.

Sirena Serena

Gastón recorre las calles del pueblo como si paseara por el comedor de su casa, dedicándole más atención a la laguna que a los pocos pescadores que se acumulaban frente a ella. Al llegar a la esquina decide cruzar la calle hacia la orilla con el fin de tantear el pique, pero antes de pisar la rambla es interceptado por dos ciclistas que frenaron a centímetros de sus pies.

—Gastón, estaba yendo a tu casa —dijo el más joven de los dos.
—Nico ¿Qué pasa? —Gastón vio ansiedad y temor en los ojos del chico.
—Te busca Alejandro, dice que vayas urgente para el camping —completó el otro, no menos asustado.
—¿Pasó algo?

Ambos se miraron nerviosos. Nico tragó saliva y contestó.

—Dice que vieron a tu hermana cerca del muelle. No sabía que tenías hermana vos.

Gastón le clavó la mirada como una lanza.



* Alfredo Prandi es guionista, director de cine y content creator. Blog alternativo del autor: Alfredium

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