Portal

Facundo Martín Desimone



Encontré el portal —dijo Prandi. En la pantalla de la videollamada se lo veía eufórico, en un estado casi febril.
—¿Qué? —tenía que ser joda. No podía estar refiriéndose al portal de nuestro cómic. Aunque la emoción que reflejaba su rostro parecía desmentir esto.
El portal dimensional. Existe. Es real —me dio tiempo para calibrar la noticia, sopesar todo lo que esto significaba, comprender.

Sentí como la confusión trepaba desde los pies hasta el cerebro, ocupando todo el cuerpo a su paso. Me faltó el equilibrio. Tuve que sentarme en la cama.

—Pará… ¿qué? —Prandi río, del otro lado de la pantalla. Me llevé la mano a la frente; hervía a mil grados— Pero, ¿cómo? ¿¿DÓNDE??
—Lo encontré de casualidad, en Caballito, cerca de Neuquén ¿Viste que por el pasaje Vintter, en un momento, hay como unos arbustos? Hace unas horas pasé por ahí y me pareció escuchar un  ruido como de una máquina que quedó prendida. Me imaginé de todo, menos eso.

Sanger portal

—¿¿Y cómo es?? ¿Es tipo Stargate, o…? —Prandi negó con la cabeza.
—Estábamos equivocados. Es un aro de metal cromado, no más grande que un hula-hula. Pero es horizontal, no vertical. Adentro se mezcla una sustancia verde, naranja, violácea por momentos ¿Sabés qué parece? ¿Viste los hologramas?
—Se.
—Bueno, es como la materia con la cual están hechos los hologramas, pero sin forma definida. Y se mueve todo el tiempo, en todas las direcciones habidas y por haber.
—Me quiero imaginar que no…
Me metí.
—¡¡Chabón!! —salté de la cama— ¿¿Cómo vas a hacer eso?? —Prandi volvió a reír, del otro lado de la pantalla.



—Tranki, no pasó nada; estoy bien.
—¿Y cómo es del otro lado? ¿Qué viste?
—Es hermoso. Hay vegetación y palmeras por todos lados. El piso era de arena color ceniza. Se ven montañas, a lo lejos. Y el cielo era rojo como esos atardeceres locos de verano.
¿Será un portal espacial? ¿O temporal?
—Creo que es espacial. Aunque también podría haber sido la Tierra en otra época, como la era de los dinosaurios, o algún futuro post-apocalíptico. Es más, ahora que recuerdo,  el aire era parecido al oxígeno… pero muchísimo más denso. Me costaba bastante respirar.
—Alto flash, amigo ¿Y qué onda, pudiste ver algo más?
—No. Me quedé unos segundos, solamente, quería echar un vistazo. No vi personas ni animales, pero me pareció que podía llegar a ser peligroso, dada la naturaleza de nuestro… cómic.

Into another dimension

—¡¡Claro!! ¡¡Imaginate si te cruzabas con mestizos!!
—¡¡Jajajajajajja!!
—Me imagino que no le habrás contado a nadie más de esto, ¿no? —Prandi negó con la cabeza.
—Pero abrí una convocatoria privada a través de las redes, buscando exploradores. Solo unos pocos científicos seleccionados. No creo que nadie nos de bola, pero… —se encogió de hombros Prandi.
—Me imagino que no habrás sido taaaaaan boludo de publicar las exactas coordenadas del portal, ¿no?
—¡Cómo te gusta imaginar cosas, eh! ¿Quién te pensás que soy, Guitérrez?

Risas.

Cello GSM Data Logger

—Tenés razón, amigo, disculpá. Cha-bón: vamos a tener datos reales para respaldar el guión del cómic… ¿¿te das fukin cuenta de lo que eso significa?? —al ver reflejada en mi persona su propia cebación, Prandi gritó como un simio aullador de las selvas de Brasil. Chocamos los 5 a través de la pantalla. Fue raro; sentí los voltios atravesándome la mano y recorriendo la columna vertebral. Como decía un conocido caballo de caricaturas: “No, señor: no me gustó”.
—Ah, casi me olvido: dejé tu teléfono en la convocatoria; hace 72 hs que no pego un ojo, necesito tirarme un rato ¿Todo bien, no?
—No hay drama, genio; hablamos cuándo te despiertes, abrazo.

Doppelgängeradmiral (Ludmilla Seefried-Matejkova)

Mi brazo se congeló antes de que pudiera apagar el dispositivo de videollamadas

Pude sentir cómo se formaba la expresión interrogativa en mi rostro al volver a mirar la pantalla, pero mi amigo no vio el gesto y apagó el dispositivo.

¿72 hs? ¿#Real? Pero si nos habíamos visto hacía menos de 12 y me había dicho que, la noche anterior, había dormido como un bebé. “Qué raro”, pensé, mientras me preparaba una limonada fresca marca Cañón. “Qué raro todo”.

Y aunque me hubiese fascinado reflexionar un poco más al respecto, porque, como se habrá visto, amo las cosas inútiles, el sonido del timbre me arrancó de mi delicioso mundo interior.

En el marco de la puerta se recortaba la silueta de una chica rubia de rulos y ojos verdes. Tenía un vestido celeste de verano y un sonrisa un tanto extravagante. 

Escalofriante, por momentos, habría que decir. De hecho, digámoslo con la palabra con la cuál debe ser dicho: TÉNEBRE.

La hice pasar sin dejar de notar el calo frío que me recorría la médula espinal, todavía no sé bien por qué; como parte de esos paisajes oníricos donde uno no decide, si no que el sueño (sea lo que eso sea) decide por uno.

We are the ever-living ghost of, what once was

Era química. Lo cual, por supuesto, nos venía al pelo. Le expliqué, a grandes rasgos, en qué consistía el proyecto (no quiso limonada y, debe decirlo, mejor: más para mí). 

Estuvo de acuerdo. Le especifiqué que íbamos a necesitar datos del P.H. del aire, de la composición del suelo y, dentro de lo posible (y deseable), de alguna criatura viva, animal o vegetal (pero, dentro de lo posible, y deseable, animal). 

Y, todavía un poco más del lado de lo posible (y deseable), íbamos a necesitar saber, si esa criatura… tenía buen sabor a la parrilla.

No dio muestras de ser vegana, lo cual ya era todo un acontecimiento en sí mismo. Le recomendé que llevase un traje especial protector, ya que desconocíamos los niveles de radiación y la temperatura del lugar.

Me dijo que tenía dos ayudantes que eran estudiantes de grado de uno de sus cursos, que le gustaría incorporarlos al proyecto

Le dije que sí, que por supuesto, que faltaba más. Recordé la frase esa de que “cuatro cabezas…”. Y casi enseguida recordé una vieja productora audiovisual que supo tener Mario Pergolini, en algún moúment de la vida.

In loving memory of the dear departed

Quedamos en encontrarnos los 5 en tres días, como el cortometraje de mi amigo Prandi (con menos muerte y destrucción, espero), en coordenadas cercanas al Portal. 

Cuando ya se estaba yendo le volví a suplicar, por lo que más quisiera en la vida, que no divulgara el dato con la prensa ni en las redes sociales

Hizo como que se cerraba los labios con un cierre-relámpago imaginario. Y después, otra vez la sonrisa ténebre. Otra vez los calos fríos recorriendo mi médula espinal.

Mientras subía la escalera no podía dejar de pensar en la entrevista de trabajo más extraña que había tenido, posiblemente la entrevista de trabajo más extraña del mundo. 

En fin, me quité los pajaritos negros de la cabeza como pude y volví a encender el dispositivo de videollamadas para marcar el número que me sabía casi de memoria.

Y esto fue lo más raro de todo. En vez de Prandi, que vivía solo… me atendió un viejo y me dijo que ahí nunca había vivido nadie con ese nombre

Lo cual me pareció sumamente extraño, porque las partes de la habitación donde estaba el viejo… eran como una proyección de la casa de Prandi, 60 años en el futuro. Incluso el viejo me resultó bastante familiar. 

Como si ya lo hubiese conocido antes, alguna vez. 

Tenía un leve parecido con mi amigo.




* Facundo Martín Desimone es escritor, periodista, músico (León-O), guionista (Edén Comics) y actor (Convalece).

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