El leon de Nemea - Crítica literaria del libro "Correr", de Jean Echenoz

Facundo Martín Desimone




El árduo trabajo de las ciencias


“No me han dicho quienes serán mis adversarios pero, como ganaré, tanto me da. Sean los que sean, los derrotaré a todos, y eso me satisface. Será para mí un gran placer derrotarlos”, se vanagloria la versión afrancesada de Emil Zátopek, la locomotora humana, a través de la mano prolija y afluente, casi invisible, del escritor Jean Echenoz. Particular apellido que parecería pedirle a los gritos que nos echara (¿De dónde? ¿Y para qué? Misterios insondables del alma humana) al ser evocado en voz alta


La frase que Echenoz elige (una de tantas) para hacernos escuchar la voz de Zátopek, parecería ser, sacada de contexto, de una vulgar altanería y una vanidad desmesurada, pueril y nauseabunda. No obstante, a esta… “persona” (me duele un poco decirle así; tal vez habría que decir “autómata irrefrenable” o “extraterrestre de habilidades sobrehumanas”; tal vez “locomotora humana” no esté tan mal) no le faltaron argumentos para sostener esta frase


Si algo nos han enseñado las ciencias a través de todos estos larguísimos años es que un hecho es siempre un hecho, algo que sucedió, que pasó. Se lo puede discutir e interpretar de 17 mil diferentes maneras. Pero algo que definitivamente no es para nada legítimo hacer (siempre y cuando uno quiera seguir navegando por los lagos de la racionalidad) es negarle su esencia empírica a un hecho histórico. Y la historia no miente. (casi) Nunca.


Lagos




Abriendo las fauces del pasado a machetazos

El libro de Echenoz, que se llama simplemente “Correr” y que se empeña en retratar el ascenso y la caída de Zátopek (con todo lo subjetivo que puede llegar a ser un retrato) no es para nada una biografía, como tampoco una imagen de época


Habría que aclarar que más bien se trata de una novela de no-ficción, al mejor estilo de A sangre fría de Truman Capote y, más aun, una novela política que denuncia con todo el vigor, la fuerza y el ímpetu con el cual se deben denunciar los gobiernos y movimientos totalitarios, la ocupación nazi, en un primer momento, y las injusticias de la dictadura del proletariado, en sus dos momentos dicotómicos: dentro del mismo régimen Checoslovaco que toma el poder tras la caída de los nazis, y luego, tras la ocupación del país por parte de la U.R.S.S., llamada con cariño por Echenoz, “la hermana mayor”.

Viajando pelas Zoropa - Praga



Emil, el extraño       


Sin embargo, tampoco podría decirse que se trata explícitamente de una “novela política”: más bien es un marco que le sirve al escritor para retratar el ambiente en el cual el corredor de maratones y pruebas de fondo desarrolla su extraña e inexplicable habilidad. “Mientras corre parece un boxeador luchando contra su sombra, por lo que todo su cuerpo se asemeja a un mecanismo descompuesto, dislocado, doloroso, salvo la armonía de sus piernas, que muerden y mastican la pista con voracidad. En suma, no hace nada como los demás, que a veces piensan que actúa atolondradamente”, apunta Echenoz.


Paralelamente a su progreso deportivo (medalla de oro en los 5 mil metros y plata en los 10 mil, en los juegos olímpicos de Londres 1948, medalla de oro en los 5 mil, 10 mil metros y maratón en los juegos olímpicos de Helsinki de 1952) desarrolla una abrupta y vertiginosa carrera como militar dentro del partido.


La vida de Emil parece progresar de manera infinita, como si no hubiese techo ni límite posible. Sin embargo, nadie escapa a la ley de la gravedad, y justo cuando está en su pico deportivo más alto… comienza a percibirse la aparición de las sombras siniestras, muy sutilmente, mutis por foro. Una oscuridad que irá in crescendo, llevándose todo a su paso, y de la cual ya no podrá librarse.


Cielos en sabanas



Nadie le pediría que nos eche

Está claro que, para un intelectual raso, como parece ser el caso de un servidor, ese extraño concepto llamado “deporte” le aparece como una idea vaga y difusa, lejana, claramente escindida de su mundo. Yendo todavía más lejos: sin poder dejar de ser un platónico visceral, uno podría plantearse que entre hecho de escribir o leer un libro sobre “Correr” y el hecho en sí de correr hay tanta distancia como desde La Rioja a Tombuctú

Y que de nada serviría siquiera hacer el intento de comunicar, mediante la palabra (y peor aún: mediante la palabra escrita), sujeta a las artes del pensamiento y la contemplación, como bien querían los griegos, un hecho que es acción en sí mismo y parece no querer salir de ese lugar ni poder romper esa estructura

Podría pensarse también que escribir un libro así no tendría ningún sentido ante la imposibilidad de transcripción de algo del órden tan plenamente físico al plano mental-discursivo, y que solo tendría sentido para los iniciados en este deporte, más allá del mero placer contemplativo que pueda representarle a un intelectual nato el hecho de leer a alguien que escribe bien, que utiliza el lenguaje, las figuras y los recursos discursivos como deben ser, etc.

No obstante, a través del pensamiento y la descripción apasionada de Echenoz (seguramente contagiado de la pasión de Zátopek) se llega a contagiar y a poner en funcionamiento una parte del cerebro que, de alguna u otra manera, algo tiene que ver con el embelesamiento que producen el deporte y la actividad física. Y de ahí a “activarla” y poner en funcionamiento los mecanismos corporales en función de la actividad física… hay solo un paso muy pequeño.


Por tanto, debe decirse que, mientras exista gente como Echenoz que venga a ofrecernos su corazón con tanta pasión y desinterés… ¿Quién podría decir, realmente, qué todo está perdido?




Crítica literaria originalmente publicada en el blog XXX, el 23 de noviembre de 2012.


* Jean Échenoz es un autor y ensayista francés. Cursó estudios de Sociología en la Univerisdad de Aix-en-Provence, marchando más tarde a París en 1970, donde trabajó durante un tiempo para el periódico L´Humanité. Échenoz ha escrito guiones para el cine, pero es más conocido para el gran público por su producción literaria. Publicó por primera vez en 1979 y ha obtenido importantes premios como el Medicis en 1983 y el Goncourt en 1999.



Autor de novelas de temática variada, se caracteriza por su escritura sencilla, en la que abundan el humor y la ironía, como son Un año, Me voy, Ravel, Relámpagos o Capricho de la reina.

(Biografía tomada del sitio web "Lecturalia")

* Facundo Martín Desimone es escritor, periodista, músico (León-O), guionista (Edén Comics) y actor (Convalece).

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