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Laguna - Capítulo 2

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Alfredo Prandi PUEBLO (Casa de Gastón y vereda frente a la rambla) Las arrugadas manos de la mujer hacen bailar las agujas de tejer escupiendo una bufanda azul oscura sobre el jardín de la entrada de la casa. Una melodía atonal pero suave emana de su garganta acompañada por el ritmo de la mecedora donde descansa. El tarareo de la vieja encuentra a Gastón despierto en la cama, como tantas otras madrugadas insomnes, con el brazo sobre la frente, mirando el techo. La cama está atiborrada de cartas abiertas y revueltas, mezcladas entre las sábanas. Sobre la mesa de luz, la foto de una familia compuesta por una madre gigante y dos niños, un varón y una nena, subraya la soledad de la melodía que entra por la ventana. El despertador junto a la foto destruye el ambiente de un mazazo. Y otro mazazo, ésta vez de Gastón, lo revolea al piso. Resacoso, sale de la casa y se abalanza sobre el patio. Se detiene de a poco, casi bailando, prende un cigarrillo y observa las copas de los

Portal

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Facundo Martín Desimone Transylvania by El oso del sueño — Encontré el portal —dijo Prandi. En la pantalla de la videollamada se lo veía eufórico, en un estado casi febril. —¿Qué? —tenía que ser joda. No podía estar refiriéndose al portal de nuestro cómic . Aunque la emoción que reflejaba su rostro parecía desmentir esto. — El portal dimensional . Existe. Es real —me dio tiempo para calibrar la noticia, sopesar todo lo que esto significaba, comprender. Sentí como la confusión trepaba d esde los pies hasta el cerebro , ocupando todo el cuerpo a su paso. Me faltó el equilibrio. Tuve que sentarme en la cama. —Pará… ¿qué? —Prandi río, del otro lado de la pantalla. Me llevé la mano a la frente; hervía a mil grados — Pero, ¿cómo? ¿¿DÓNDE?? —Lo encontré de casualidad, en Caballito, cerca de Neuquén ¿Viste que por el pasaje Vintter, en un momento, hay como unos arbustos ? Hace unas horas pasé por ahí y me pareció escuchar un  ruido como de una máquina que quedó prendida. Me ima

Laguna - Capítulo 1

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Alfredo Prandi Campamento (parcelas del fondo) Una caña de pescar inmóvil corta el paisaje de una fría mañana de otoño. De pronto se mueve, poco al principio, con pequeños golpecitos, y luego se arquea. Las manos atentas de un joven pescador toman la caña y dan un tirón certero, acompañado de largas y veloces vueltas al reel . A unos metros de la laguna, otro hombre se calienta las manos junto al fuego improvisado en gran barril de metal. A un costado del tacho, entre el barro y el humo, se pueden leer las siglas F.A.R. El hombre tose y refriega sus manos cerca del fuego. —¡Mario! ¡Traeme el mediomundo —oye gritar a su compañero— ¡Dale! En seguida, pero toscamente, Mario reacciona y junta el medio mundo y la larga cuerda como puede y corre hacia la orilla. —¡Dale que es una carpita grande, dale! —lo apura el pescador. Mario casi se hunde de lleno entre los juncos de la orilla para poder acercarse a la línea. Su compañero, con expresión contraída y seguridad en los o

Justicia poética

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Facundo Martín Desimone El anciano cruza la calle lentamente, con pasos cortos y pequeños, con la mirada fija en el pavimento, ayudándose con su bastón . Está encorvado  y su cuerpo es recorrido por temblores constantes. El contenido del morral, gastado y viejo como él , le produce ardor en el vientre. Recuerda los amuletos de poder del antiguo Egipto, como el ojo de Horus o el Anj ( símbolo de la vida ), famosos por la creencia en su poder transformador de la realidad, según los mitos. Pone un pie en la vereda y un camión con el isologotipo de Ingenio Ledesma le pasa a unos centímetros de la otra zapatilla, a toda velocidad, antecedido por un ensordecedor bocinazo y seguido por los gritos de: “¡Viejo pelotudo!” y “¡Aprendé a cruzar, la concha de tu hermana!” del conductor. El anciano hace caso omiso de los insultos y avanza firme pero lento hacia el buzón escarlata. Tarda una eternidad en recorrer la distancia que lo separa del gran sapo de metal estilizado, pero es

Rastas

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Alfredo Prandi El departamento de Maribel se encontraba en el barrio de Palermo. Un dos ambientes aromatizado con sahumerios y decorado con manualidades de toda forma y color. Maribel era una aficionada a la fotografía y con un manejo sorprendente del italiano, características que la volvían en extremo atractiva. Yo andaba falto de afecto y había decidido quedarme a dormir, a sabiendas de que no era la mejor opción, dado que el encanto que tenía aquélla relación furtiva era justamente la brevedad de nuestros encuentros. Pero me quedé, y a ella no pareció molestarle compartir su cama esa noche. Luego del sexo, dimos vueltas sobre el colchón evadiendo cualquier acto de cariño que pudiera nublar aquél pequeño mundo que habíamos construído al costado de nuestras vidas. A mitad de la noche logré dormirme, mucho después que ella, y soñé. En mi sueño me levantaba de la cama de Maribel y caminaba hacia el pequeño comedor de su departamento, donde una figura alta y oscura, con la c