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Pozo de estrellas azules (poema)

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Facundo Martín Desimone El sueño del pibe by León-O Caí en un pozo de estrellas azules en donde el barro se transforma en nieve y la argamasa crece en las paredes . Hay 4 soles , pero solo 2 funcionan bien. Uno parpadea intermitente . Al otro, se le quemó la lamparita . Un viejo de barba y túnica negra los alimenta con polen carbonizado , desde el año mil ochocientos cuarenta y tantos . Comen como guanacos , los soles, y hay un aire como de astillas de cobre . Javier y Pedra se esconden en el umbral , temerosos de las criaturas que allí habitan . Yo me sumerjo todo lo que puedo, atravesando la densidad de la materia sólida y blanda, parecida al agua, pero más fría y destemplada ( El agua de los dioses , tal vez). Las conozco desde hace años : son tan inofensivas como granitos de arena negra mal hilvanados. El pozo se cierra detrás de mí (ellos quedan afuera, eternamente del otro lado ).                                             nav

Justicia poética

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Facundo Martín Desimone El anciano cruza la calle lentamente, con pasos cortos y pequeños, con la mirada fija en el pavimento, ayudándose con su bastón . Está encorvado  y su cuerpo es recorrido por temblores constantes. El contenido del morral, gastado y viejo como él , le produce ardor en el vientre. Recuerda los amuletos de poder del antiguo Egipto, como el ojo de Horus o el Anj ( símbolo de la vida ), famosos por la creencia en su poder transformador de la realidad, según los mitos. Pone un pie en la vereda y un camión con el isologotipo de Ingenio Ledesma le pasa a unos centímetros de la otra zapatilla, a toda velocidad, antecedido por un ensordecedor bocinazo y seguido por los gritos de: “¡Viejo pelotudo!” y “¡Aprendé a cruzar, la concha de tu hermana!” del conductor. El anciano hace caso omiso de los insultos y avanza firme pero lento hacia el buzón escarlata. Tarda una eternidad en recorrer la distancia que lo separa del gran sapo de metal estilizado, pero es

Historia sin nombre oficial N° 19 ("Crónica")

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Facundo Martín Desimone No dudo de su capacidad; mí equipo es el mejor. De afuera, más que una mansión parece un caserón antiguo . Llega el último hombr e . Derribamos la puerta. Entramos.  No todo es lo que parece. Es como si dentro de la casa se extendiera una pequeña ciudad (sin duda, la vista es el sentido más fácil de engañar). El caserón es oscuro, húmedo, lúgubre , como cualquier caserón abandonado. Imposible calcular su extensión real. Nos dispersamos. Llegamos a una extraña cocina, tan sucia que hasta las ratas y cucarachas han abandonado. En un rincón, como empotrada a la fuerza, una bañera. Llena casi hasta rebalsar. Una canilla gotea sobre ella ( el agua parece echada a perder ). Dentro, un hombre, desnudo, inerte, de unos 40 años. Los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás, los brazos sobre los bordes de la bañera , las piernas extendidas. El agua se mete por la boca abierta. Le ensucia y le arruga el cuerpo. Uno de mis hombres lo saca de la bañera y le aplica el m

Injusticia en el mundo de los cafeses

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Facundo Martín Desimone El sueño del pibe by León-O Entro como flotando , apenas rozando la tierra (como quien intenta preservar intacta la belleza de sus zapatos) de este mundo que tan poco frecuentamos. Tomo a la noche en mis brazos y me la ato al cuello con un nudo de estrellas . Usándola como una capa, cubro todo mi cuerpo con ella. Todo menos la cabeza. Y el cuello. Me reciben las luces, coagulando la corteza de los árboles . Sé que su intención es buena, pero mis pupilas tardan en acostumbrarse al centelleo de tantas sonrisas. Inutilizando el ruido como quien omite comunicar el detalle que podría inutilizar por siempre las bombas atómicas , me decís: —Entremos. Da lo mismo, todos son iguales. —Entremos, pero con la única condición de que aceptes que no da lo mismo y que no todos son iguales . Clavás las suelas de tus botas en la baldosa, te cruzás de brazos, revoleás los ojos, resoplás (provocando la elevación de uno de tus infinitos mechones de pelo) y me decís

Escorpión dorado de la China

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Facundo Martín Desimone El sueño del pibe by León-O Nos conocíamos hace años, pero cuando el tiempo se volvió materia , recién ahí nos vimos las caras por primera vez. Los escorpiones se mueven , pero vos no. Tu quietud me llena las venas de un terror helado. Una estática que hipnotiza y hace perder los estribos; una de las tantas torturas de tu tierra, seguro, indómita y salvaje en el arte de la tortura. Tus pinzas, agujas de oro envenenadas , capaces de tejer la desgracia en la vida de un dios, están cerradas. Vaya seguridad; son casi imperceptibles, nanolitros, pero están ahí. La textura rasposa del líquido cuando se seca. Oro rojo. Debo decirte, aunque no me enorgullece, que puedo ver tus órganos, por una suerte de juego de espejos , y porque ciertas partes de tu espalda y de tu abdomen se transparentan como un atardecer en la superficie del Nilo. Son rojos, como los ojos de… Tus ojos son un misterio . Tranquilamente podrían no existir. Diminutos, rasgados… expresan la

Distintos tipos de cadenas

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Facundo Martín Desimone (título alternativo: “ la sombra fantasma de un antiguo canario amarillo con el mismo nombre que mi amigo Nico ”) El sueño del pibe by León-O Y es bien cierto, quieran o no los señores aburridos por tanto traje y tanta corbata ; habría que ir empezando, para variar, a contar las historias por el final. O, al menos, desde el otro lado (y aquí, que cada uno entienda lo que más le guste por esto de otro lado ).   Empezar a desembrollar este brusquísimo ovillo de lana más bien roja, o big-bang en miniatura (o en ampliación; claro, depende de en que lado del universo se esté parado), en todo caso, esta caminata cósmica y un poco cómica (en algunas partes, al menos. O quizás no, no se; no puedo acordarme, porque todavía no la escribí. Pero parece que en alguna realidad paralela, bastante difícil de definir pero que suele cruzárseme muy a menudo, atravesándome… bueno, no se la ubicación exacta, pero será, más o menos, un cuarto más abajo del centro exacto

La estatuilla danzante

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Facundo Martín Desimone En aquellos tiempos, existió una estatuilla danzante. La estatuilla no se podía regalar u abandonar así como así; cada vez que notaba alguna gota de desinterés, amenazaba con hacerse un daño terrible (como desfigurarse la cara o abandonar la danza) y uno se sentía imposible de hacerle un mal semejante . Al principio era lindo verla bailar sobre lo más alto de una planta , en uno de esos macetones grandes que ella confundía con la selva. Pero, a medida que los días se sucedían, ya no se conformaba con unos pocos minutos; había que inundarla de atención , interrumpiendo cualquier otra tarea. Incluso si, agotados por las tediosas horas de absorta contemplación , in-intencionadamente nos dormíamos, ella nos pellizcaba los párpados con sus diminutas uñas, a veces hasta un punto tal que, al despertar, pequeños hilillos de sangre se colaban en nuestro campo visual. Uno debía abandonar toda su vida como la conocía para dedicarse enteramente a la con

Paseo Nocturno (cuento)

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Facundo Martín Desimone El sueño del pibe by León-O Mi paso es lento e inércico. Ensangrentado por las tenues luces que nos provee el Gobierno. Los jóvenes me divisan y doblan la esquina, apurando el paso, agregando un nuevo repiqueteo que se acopla unos instantes a la pálida y fugaz armonía de la noche. Aunque, en realidad, debería haber sido yo el que tendría que haber estado asustado de ellos. Claro que, un hombre caminando solo en la inevitable quietud de la noche, en una ciudad muerta, no debe resultar tranquilizador. Más bien todo lo contrario . Es martes y es de noche. Son vacaciones. Pero otros años han sido vacaciones también y es la primera vez que experimento semejante vacío en una ciudad en donde las noches son “el demoníaco ritual de la líbido”. Camino. Sin apurar el paso, porque cuando uno no tiene muy en claro algún punto de llegada , tampoco tiene ningún apuro en llegar. Si es una broma, ya llegó al colmo de la morbosidad; solo se escucha el ruido del