Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Ficción

El Sacrificio de N° 175491

Imagen
Facundo Martín Desimone Transylvania by El oso del sueño En un momento determinado del mes, imposible de calcular u anticipar por nuestros cerebros animales, la gran computadora Biolog-IK s e enciende por su cuenta y emite un resplandor verdoso, como algunos huesos de animales , en las noches de luna llena .  La máquina que Él tan generosamente nos obsequió, réplica a menor escala de su Organ-IK, debe actualizar su software una vez por mes . Para ello, se conecta de forma inalámbrica con su madre, allí, en el ala mejor custodiada de su fortaleza . Organ-IK, además de actualizarle sus programas de procesamiento de datos , le comparte información actualizada sobre el ambiente, el clima, la fauna, la tierra y las estrellas (Organ-IK se encuentra en permanente proceso de actualización y socavación de datos, según nos explicó el único e inigualable ). Nuestra Biolog-IK , con un poder mucho menor de resolución, procesa y analiza los datos actualizados hasta que, fina

Laguna - Capítulo 5

Imagen
Alfredo Prandi CAMPAMENTO (Proveeduría) Dora deposita suavemente un termómetro y un poco de algodón junto a los desinfectantes y levanta la bandeja. Camina por el pasillo que conecta la despensa con la cocina y cruza la doble puerta hasta el comedor de la proveeduría. Apoya un segundo la bandeja sobre la barra y se estira con dificultad, intentando alcanzar las pocas “curitas” que había esparcidas junto a la caja registradora. Logra juntarlas con la punta de los dedos y las deja caer sobre el botiquín improvisado, toma la bandeja con delicadeza y gira hacia el comedor. De pronto grita, dejando caer la bandeja al suelo. Laura está parada frente a ella con un gran cuchillo de cocina, mirándola con miedo. Mira los utensilios revueltos por el suelo y vuelve a escrutar a Dora, esta vez con desconfianza. Observa veloz a los costados, buscando una salida, mientras Dora saca impulsivamente un barbijo de su delantal de cocina y se lo lleva a la boca. Laura achica los ojos c

Laguna - Capítulo 4

Imagen
Alfredo Prandi     CAMPAMENTO (Parcelas del fondo) Brazos torcidos, camperas llenas de barro, pies sobresaliendo sin vida desde lo profundo de una montaña de cadáveres tapada con telas de carpa. Alejandro no dejaba de mirar a los costados, como si del bosque o de la laguna pudiera surgir algún dedo acusador. Por arriba del barbijo, Gastón observaba atónito. Eran alrededor de 20 cuerpos amontonados, empapados en sangre, amontonados como si fueran arena o tierra para la construcción. Hubiera querido obviar con la mirada el detalle macabro de la mano de un pequeño con los dedos duros como piedras emergiendo del pilón cadavérico. —Llegué temprano con Ramón en el coche. Los encontramos a todos con la boca y la nariz llena de sangre, esparcidos por el camino, minutos después de encontrar a tu hermana  —d ijo Alejandro, por arriba de su barbijo. —¿Todo el campamento…? —Todo. Revisamos los números de las parcelas y los corroboramos en el cuaderno de entrada. Nadie sobrevi

Silencio (cover de Ana María Shuá)

Imagen
Facundo Martín Desimone El sueño del pibe by León-O —Chicas, dicen que es malísima “ Expreso al terror ”. — ¡Es Yael! Yo quería ver la otra. Los martes, aprovechando que mi mamá trabaja hasta tarde , nos juntamos con las chicas en casa a ver películas de terror . —Claro, échenme la culpa a mí; pero bien que dijiste ayer, cuando no estaba ella : “Ay, esa película ` Secreto de sangre ´que quiere ver Sol debe ser una porquería ”. Todos los martes la misma historia. —¡Callate, nena! ¡Cómo voy a hablar mal de Solcito a sus espaldas ! ¿Qué clase de amiga te pensás que soy? —¡ Amiga clase-turra ! ¡Eso sos! —¿Y vos qué, nenita descerebrada? Decir que estoy yo , que quiero ver la película antes de que llegue mi vieja y se nos arruine todo el clima . —Chicas, chicas; ¿por qué no llamamos al chico del videoclub y le preguntamos? —Y de paso pedile unos pochoclos. — De los dulces . Cuestión que al chico del video que siempre nos recomendaba películas lo habían hechado

Laguna - Capítulo 3

Imagen
Alfrado Prandi CAMPAMENTO (Entrada y proveeduría) La bicicleta vuela a toda velocidad bajo la línea de árboles que lleva al camping Laguna Verde. La mente de Gastón no percibía los peligros del camino, estaba en otro lado; la última vez que había visto a Laura. Su risa, su vestido violeta perdiéndose entre los bosques que ladeaban la laguna. Sus botas marrón claro trotando sobre las hojas muertas de un otoño lejano y terrible. Las manos sucias de los hombres que se habían llevado a su hermana. Sus rostros tapados por los últimos rayos del sol. La mano de Laura tratando de alcanzar la suya. La oscuridad. En poco tiempo estaba en las puertas del campamento. Laguna Verde era el último que había sobrevivido a la clausura por la baja pesca a causa de la contaminación del agua, sustentado por los pobres aportes de los jóvenes pescadores del pueblo. Gastón saltó de la bicicleta al pasto casi sin frenar y se hundió en la primera garita. No había nadie junto a la barrera,

Laguna - Capítulo 2

Imagen
Alfredo Prandi PUEBLO (Casa de Gastón y vereda frente a la rambla) Las arrugadas manos de la mujer hacen bailar las agujas de tejer escupiendo una bufanda azul oscura sobre el jardín de la entrada de la casa. Una melodía atonal pero suave emana de su garganta acompañada por el ritmo de la mecedora donde descansa. El tarareo de la vieja encuentra a Gastón despierto en la cama, como tantas otras madrugadas insomnes, con el brazo sobre la frente, mirando el techo. La cama está atiborrada de cartas abiertas y revueltas, mezcladas entre las sábanas. Sobre la mesa de luz, la foto de una familia compuesta por una madre gigante y dos niños, un varón y una nena, subraya la soledad de la melodía que entra por la ventana. El despertador junto a la foto destruye el ambiente de un mazazo. Y otro mazazo, ésta vez de Gastón, lo revolea al piso. Resacoso, sale de la casa y se abalanza sobre el patio. Se detiene de a poco, casi bailando, prende un cigarrillo y observa las copas de los

Portal

Imagen
Facundo Martín Desimone Transylvania by El oso del sueño — Encontré el portal —dijo Prandi. En la pantalla de la videollamada se lo veía eufórico, en un estado casi febril. —¿Qué? —tenía que ser joda. No podía estar refiriéndose al portal de nuestro cómic . Aunque la emoción que reflejaba su rostro parecía desmentir esto. — El portal dimensional . Existe. Es real —me dio tiempo para calibrar la noticia, sopesar todo lo que esto significaba, comprender. Sentí como la confusión trepaba d esde los pies hasta el cerebro , ocupando todo el cuerpo a su paso. Me faltó el equilibrio. Tuve que sentarme en la cama. —Pará… ¿qué? —Prandi río, del otro lado de la pantalla. Me llevé la mano a la frente; hervía a mil grados — Pero, ¿cómo? ¿¿DÓNDE?? —Lo encontré de casualidad, en Caballito, cerca de Neuquén ¿Viste que por el pasaje Vintter, en un momento, hay como unos arbustos ? Hace unas horas pasé por ahí y me pareció escuchar un  ruido como de una máquina que quedó prendida. Me ima

Justicia poética

Imagen
Facundo Martín Desimone El anciano cruza la calle lentamente, con pasos cortos y pequeños, con la mirada fija en el pavimento, ayudándose con su bastón . Está encorvado  y su cuerpo es recorrido por temblores constantes. El contenido del morral, gastado y viejo como él , le produce ardor en el vientre. Recuerda los amuletos de poder del antiguo Egipto, como el ojo de Horus o el Anj ( símbolo de la vida ), famosos por la creencia en su poder transformador de la realidad, según los mitos. Pone un pie en la vereda y un camión con el isologotipo de Ingenio Ledesma le pasa a unos centímetros de la otra zapatilla, a toda velocidad, antecedido por un ensordecedor bocinazo y seguido por los gritos de: “¡Viejo pelotudo!” y “¡Aprendé a cruzar, la concha de tu hermana!” del conductor. El anciano hace caso omiso de los insultos y avanza firme pero lento hacia el buzón escarlata. Tarda una eternidad en recorrer la distancia que lo separa del gran sapo de metal estilizado, pero es

Historia sin nombre oficial N° 19 ("Crónica")

Imagen
Facundo Martín Desimone No dudo de su capacidad; mí equipo es el mejor. De afuera, más que una mansión parece un caserón antiguo . Llega el último hombr e . Derribamos la puerta. Entramos.  No todo es lo que parece. Es como si dentro de la casa se extendiera una pequeña ciudad (sin duda, la vista es el sentido más fácil de engañar). El caserón es oscuro, húmedo, lúgubre , como cualquier caserón abandonado. Imposible calcular su extensión real. Nos dispersamos. Llegamos a una extraña cocina, tan sucia que hasta las ratas y cucarachas han abandonado. En un rincón, como empotrada a la fuerza, una bañera. Llena casi hasta rebalsar. Una canilla gotea sobre ella ( el agua parece echada a perder ). Dentro, un hombre, desnudo, inerte, de unos 40 años. Los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás, los brazos sobre los bordes de la bañera , las piernas extendidas. El agua se mete por la boca abierta. Le ensucia y le arruga el cuerpo. Uno de mis hombres lo saca de la bañera y le aplica el m

Injusticia en el mundo de los cafeses

Imagen
Facundo Martín Desimone El sueño del pibe by León-O Entro como flotando , apenas rozando la tierra (como quien intenta preservar intacta la belleza de sus zapatos) de este mundo que tan poco frecuentamos. Tomo a la noche en mis brazos y me la ato al cuello con un nudo de estrellas . Usándola como una capa, cubro todo mi cuerpo con ella. Todo menos la cabeza. Y el cuello. Me reciben las luces, coagulando la corteza de los árboles . Sé que su intención es buena, pero mis pupilas tardan en acostumbrarse al centelleo de tantas sonrisas. Inutilizando el ruido como quien omite comunicar el detalle que podría inutilizar por siempre las bombas atómicas , me decís: —Entremos. Da lo mismo, todos son iguales. —Entremos, pero con la única condición de que aceptes que no da lo mismo y que no todos son iguales . Clavás las suelas de tus botas en la baldosa, te cruzás de brazos, revoleás los ojos, resoplás (provocando la elevación de uno de tus infinitos mechones de pelo) y me decís