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Mostrando las entradas etiquetadas como historias

Silencio (cover de Ana María Shuá)

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Facundo Martín Desimone El sueño del pibe by León-O —Chicas, dicen que es malísima “ Expreso al terror ”. — ¡Es Yael! Yo quería ver la otra. Los martes, aprovechando que mi mamá trabaja hasta tarde , nos juntamos con las chicas en casa a ver películas de terror . —Claro, échenme la culpa a mí; pero bien que dijiste ayer, cuando no estaba ella : “Ay, esa película ` Secreto de sangre ´que quiere ver Sol debe ser una porquería ”. Todos los martes la misma historia. —¡Callate, nena! ¡Cómo voy a hablar mal de Solcito a sus espaldas ! ¿Qué clase de amiga te pensás que soy? —¡ Amiga clase-turra ! ¡Eso sos! —¿Y vos qué, nenita descerebrada? Decir que estoy yo , que quiero ver la película antes de que llegue mi vieja y se nos arruine todo el clima . —Chicas, chicas; ¿por qué no llamamos al chico del videoclub y le preguntamos? —Y de paso pedile unos pochoclos. — De los dulces . Cuestión que al chico del video que siempre nos recomendaba películas lo habían hechado

Laguna - Capítulo 3

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Alfrado Prandi CAMPAMENTO (Entrada y proveeduría) La bicicleta vuela a toda velocidad bajo la línea de árboles que lleva al camping Laguna Verde. La mente de Gastón no percibía los peligros del camino, estaba en otro lado; la última vez que había visto a Laura. Su risa, su vestido violeta perdiéndose entre los bosques que ladeaban la laguna. Sus botas marrón claro trotando sobre las hojas muertas de un otoño lejano y terrible. Las manos sucias de los hombres que se habían llevado a su hermana. Sus rostros tapados por los últimos rayos del sol. La mano de Laura tratando de alcanzar la suya. La oscuridad. En poco tiempo estaba en las puertas del campamento. Laguna Verde era el último que había sobrevivido a la clausura por la baja pesca a causa de la contaminación del agua, sustentado por los pobres aportes de los jóvenes pescadores del pueblo. Gastón saltó de la bicicleta al pasto casi sin frenar y se hundió en la primera garita. No había nadie junto a la barrera,

Laguna - Capítulo 2

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Alfredo Prandi PUEBLO (Casa de Gastón y vereda frente a la rambla) Las arrugadas manos de la mujer hacen bailar las agujas de tejer escupiendo una bufanda azul oscura sobre el jardín de la entrada de la casa. Una melodía atonal pero suave emana de su garganta acompañada por el ritmo de la mecedora donde descansa. El tarareo de la vieja encuentra a Gastón despierto en la cama, como tantas otras madrugadas insomnes, con el brazo sobre la frente, mirando el techo. La cama está atiborrada de cartas abiertas y revueltas, mezcladas entre las sábanas. Sobre la mesa de luz, la foto de una familia compuesta por una madre gigante y dos niños, un varón y una nena, subraya la soledad de la melodía que entra por la ventana. El despertador junto a la foto destruye el ambiente de un mazazo. Y otro mazazo, ésta vez de Gastón, lo revolea al piso. Resacoso, sale de la casa y se abalanza sobre el patio. Se detiene de a poco, casi bailando, prende un cigarrillo y observa las copas de los

Portal

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Facundo Martín Desimone Transylvania by El oso del sueño — Encontré el portal —dijo Prandi. En la pantalla de la videollamada se lo veía eufórico, en un estado casi febril. —¿Qué? —tenía que ser joda. No podía estar refiriéndose al portal de nuestro cómic . Aunque la emoción que reflejaba su rostro parecía desmentir esto. — El portal dimensional . Existe. Es real —me dio tiempo para calibrar la noticia, sopesar todo lo que esto significaba, comprender. Sentí como la confusión trepaba d esde los pies hasta el cerebro , ocupando todo el cuerpo a su paso. Me faltó el equilibrio. Tuve que sentarme en la cama. —Pará… ¿qué? —Prandi río, del otro lado de la pantalla. Me llevé la mano a la frente; hervía a mil grados — Pero, ¿cómo? ¿¿DÓNDE?? —Lo encontré de casualidad, en Caballito, cerca de Neuquén ¿Viste que por el pasaje Vintter, en un momento, hay como unos arbustos ? Hace unas horas pasé por ahí y me pareció escuchar un  ruido como de una máquina que quedó prendida. Me ima

Justicia poética

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Facundo Martín Desimone El anciano cruza la calle lentamente, con pasos cortos y pequeños, con la mirada fija en el pavimento, ayudándose con su bastón . Está encorvado  y su cuerpo es recorrido por temblores constantes. El contenido del morral, gastado y viejo como él , le produce ardor en el vientre. Recuerda los amuletos de poder del antiguo Egipto, como el ojo de Horus o el Anj ( símbolo de la vida ), famosos por la creencia en su poder transformador de la realidad, según los mitos. Pone un pie en la vereda y un camión con el isologotipo de Ingenio Ledesma le pasa a unos centímetros de la otra zapatilla, a toda velocidad, antecedido por un ensordecedor bocinazo y seguido por los gritos de: “¡Viejo pelotudo!” y “¡Aprendé a cruzar, la concha de tu hermana!” del conductor. El anciano hace caso omiso de los insultos y avanza firme pero lento hacia el buzón escarlata. Tarda una eternidad en recorrer la distancia que lo separa del gran sapo de metal estilizado, pero es

Rastas

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Alfredo Prandi El departamento de Maribel se encontraba en el barrio de Palermo. Un dos ambientes aromatizado con sahumerios y decorado con manualidades de toda forma y color. Maribel era una aficionada a la fotografía y con un manejo sorprendente del italiano, características que la volvían en extremo atractiva. Yo andaba falto de afecto y había decidido quedarme a dormir, a sabiendas de que no era la mejor opción, dado que el encanto que tenía aquélla relación furtiva era justamente la brevedad de nuestros encuentros. Pero me quedé, y a ella no pareció molestarle compartir su cama esa noche. Luego del sexo, dimos vueltas sobre el colchón evadiendo cualquier acto de cariño que pudiera nublar aquél pequeño mundo que habíamos construído al costado de nuestras vidas. A mitad de la noche logré dormirme, mucho después que ella, y soñé. En mi sueño me levantaba de la cama de Maribel y caminaba hacia el pequeño comedor de su departamento, donde una figura alta y oscura, con la c

Historia sin nombre oficial N° 19 ("Crónica")

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Facundo Martín Desimone No dudo de su capacidad; mí equipo es el mejor. De afuera, más que una mansión parece un caserón antiguo . Llega el último hombr e . Derribamos la puerta. Entramos.  No todo es lo que parece. Es como si dentro de la casa se extendiera una pequeña ciudad (sin duda, la vista es el sentido más fácil de engañar). El caserón es oscuro, húmedo, lúgubre , como cualquier caserón abandonado. Imposible calcular su extensión real. Nos dispersamos. Llegamos a una extraña cocina, tan sucia que hasta las ratas y cucarachas han abandonado. En un rincón, como empotrada a la fuerza, una bañera. Llena casi hasta rebalsar. Una canilla gotea sobre ella ( el agua parece echada a perder ). Dentro, un hombre, desnudo, inerte, de unos 40 años. Los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás, los brazos sobre los bordes de la bañera , las piernas extendidas. El agua se mete por la boca abierta. Le ensucia y le arruga el cuerpo. Uno de mis hombres lo saca de la bañera y le aplica el m

Injusticia en el mundo de los cafeses

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Facundo Martín Desimone El sueño del pibe by León-O Entro como flotando , apenas rozando la tierra (como quien intenta preservar intacta la belleza de sus zapatos) de este mundo que tan poco frecuentamos. Tomo a la noche en mis brazos y me la ato al cuello con un nudo de estrellas . Usándola como una capa, cubro todo mi cuerpo con ella. Todo menos la cabeza. Y el cuello. Me reciben las luces, coagulando la corteza de los árboles . Sé que su intención es buena, pero mis pupilas tardan en acostumbrarse al centelleo de tantas sonrisas. Inutilizando el ruido como quien omite comunicar el detalle que podría inutilizar por siempre las bombas atómicas , me decís: —Entremos. Da lo mismo, todos son iguales. —Entremos, pero con la única condición de que aceptes que no da lo mismo y que no todos son iguales . Clavás las suelas de tus botas en la baldosa, te cruzás de brazos, revoleás los ojos, resoplás (provocando la elevación de uno de tus infinitos mechones de pelo) y me decís

Ciclópeos

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Alfredo Prandi El sueño del pibe by León-O Durante un caluroso tour a la ciudad de Micenas, al sur de Grecia, frente a la antigua cúpula de piedra donde, se cree, yacieron los restos del rey Agamenón, una turista chilena preguntó a la guía quienes habían sido los responsables de la construcción de aquéllos altos muros que precedían la entrada al sepulcro, y que los historiadores habían denominado "ciclópeos". —Pues los cíclopes —contestó la griega, en un dulce español. Y, sin más, nos indicó con amabilidad que podíamos ingresar. * Alfredo Prandi es guionista, director de cine y content creator. Blog alternativo del autor:  Alfredium . 

Entrevista a AD4N, supremo e indiscutible líder de los robots

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Facundo Martín Desimone Hará cosa de 2 semanas se encontró, cerca de la capital del país en la triple frontera de Corrientes , el cuerpo sin vida del periodista Pablo “taladro” González .  Su corazón estaba atravesado por una especie de hoja metálica con incrustaciones de fibra óptica y microchips.  El hombre llevaba una venda negra sobre los ojos . Por las crispaciones de su cuerpo, se estima que debe haber padecido grandes sufrimientos físicos y mentales antes de perecer. Al revisar las pertenencias del periodista, se encontró un mapa de las instalaciones de la base mestiza, y una transcripción taquigráfica de la entrevista que se reproduce a continuación, fechada en el año 2674 . Se cree que Pablo González colaboraba activamente con La Resistencia y que habría encarado el trabajo por pedido de Alfredo Araujo, líder del movimiento . No obstante, el ataque fallido del año pasado al campamento roboteista cercano a la base madre mestiza lo desmiente. Transylvania by

Herramientas

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Alfredo Prandi El sueño del pibe by León-O Mi abuela Norma siempre se caracterizó por su energía desmedida. Pasaba la mayor parte del día realizando tareas del hogar y rara vez se la encontraba descansando, leyendo o simplemente tomando mate en la cocina. Al morir mi abuelo –a causa de un raro tipo de Parkinson, que primero lo inmovilizó, después lo dejó mudo y luego lo mató-, sus fuerzas se fueron apagando lentamente. Algunos años más tarde, un accidente la obligaría a operarse de la cadera y , desde ese momento, pasaría el resto de su vida en silla de ruedas. Años después de quedarse viuda, durante una charla telefónica que tuvo con mi madre, Norma confesó sentirse sola sin su querido Juan Carlos, y que sus ganas de vivir eran pocas. Pasarían veinte años hasta que la muerte llegase para rescatarla de la soledad, y no sería internada en un geriátrico ni en la fría sala de un hospital, si no en la cocina de la casa en la que vivió la mayor parte de su vida, rodeada de sus seres